sábado, 20 de junio de 2015

En junio


           (Cuento)
           René Ovidio González

          No se explicaba por qué el deseo de mantenerse metido en la cama a pesar del insomnio. La tibieza de las almohadas lo tenía petrificado en un sopor de pensamientos inexplicables. En el rincón de su abandono, cruzaban por su memoria las notas de aquella música remota de tiempos pretéritos vividos junto a ella.
          Afuera la vida se simplificaba: aquí, la ansiedad de sentir caer y caer la lluvia del veinte de junio ―había llovido toda la noche―; allá, la extensa playa entumecida por el frío de la madrugada; enfrente, el mar −inmenso y misterioso− reflejando apenas la palidez de la aurora que asomaba por el oriente; y más allá, lo ignorado…
         Como impulsado por un resorte, se incorporó tratando de atravesar con su  mirada la escarcha adherida a los cristales de  su ventana. Movió la perilla y un airecillo húmedo penetró en la habitación. Fue entonces que sucedió:
          
          ―¡Es ella…! ¡La playa! ¡La playa!
          
    Tomó ansioso su vieja bicicleta y corrió hacia la playa obsesionado por el recuerdo: acostumbraban caminar por la arena, descalzos y abrazados. Hacía ya tanto tiempo. Iba aturdido por aquel impulso repentino. La extensa playa, entonces, le pareció muy pequeña para su locura. Vio a la chica sentada, sobre las oscuras rocas que recibían impasibles el embate de las olas:
          
             ―Sabía que estarías aquí― dijo.
       ―Y yo, sabía que vendrías― le contestó ella. Y entregándole un barquito de madera:―Es para ti ―agregó―. Lo hice yo misma.
           ―Lo llamaré “Libertad”― replicó él tomándolo entre sus manos−. Sí: Libertad…
       Ambos deambularon por la arena, descalzos y abrazados, traspasando los límites del recuerdo. A lo lejos se oía una canción de Perales…


viernes, 5 de junio de 2015

Rumbo


(Poema)

Omar Gabrielí

Sobre el camino aquel que marca nuestra ruta
encontraré la huella del pecado,
y descansaré a la sombra de aquel árbol
del cual aspiro el aroma de su fruta.

Recorreré el camino que yo mismo
un día le di a la barca de mi vida
sintiéndome culpable en la caída
de mi conciencia en el fondo del abismo.

“Y observaré la vida del que ignora
y escucharé el lamento del que llora
sobre los filos de aquella piedra bruta…

Cincelaré un destino más propicio
y en vez de caer al precipicio
cruzaré el camino que marca nuestra ruta…”



Ilustración: Dibujo libre de una obra de Picasso: Mujer sentada.


Omar Gabrielí es colaborador de La piedra encadenada.