René
Ovidio González
Las Tenanzas eran ceremonias con bailes
que se realizaban en distintos barrios de la ciudad, en el mes de diciembre
todos los años, hasta el día 25. Eran dedicadas a la imagen de san Benito de
Palermo, imagen traída a propósito desde el vecino pueblo de Ereguayquín.
Bailaban en esas Tenanzas: Leonor Bran, Dominguito Polío, Teresa Alegría (la
partera por antonomasia, la más solicitada en el municipio por su eficiencia,
con su característico puro en la boca y su peineta de carey en el cabello),
Aminta Cortez, y Lucía Ramírez, mujer entusiasta conocida popularmente como La
Prima Lucía.
Las Tenanzas eran asignadas a personas
en particular, o a familias conocidas. Entre aquellas se puede mencionar a Rosa
Flores, María de Jesús Arévalo en casa que era de la señora Blanca Penado,
Mercedes Ramírez, Toña López, Agustín Barrera, y Aminta Cortez, quien a su vez,
como ya fue expresado, bailaba Los Tabales del santo de Palermo.
Había
personas que cantaban las coplas dedicadas al santo, entre ellas se ha de
recordar a la señora Francisca Aparicio. Estas son algunas coplas cantadas:
“Ya salió la que quería,
Estaba que se lambía.
Meneá tu culito
Que es de palito.
Meneá tu cadera
Que es de madera.
San Benito es mi
hermanito
Yo no lo quiero
Porque es muy
negrito…”
Sin
importar la discriminación, o si se quiere el prejuicio racial, la coplera
seguía cantando con fervor, entre lo religioso de la tradición y lo pagano o
picaresco del drama ejecutado:
“Agua dulce es la que luce
Aguardiente pide la gente.
Secos estamos, agua
queremos,
Si la compramos la
beberemos…
¡Ay!, que se quema la
casa ajena.
¡Ay!, que se abrasa
toda la casa…”
En
los años que yo recuerdo ―¡carajo!, cómo cambia todo―
el conjunto que amenizaba estas pachangas olorosas a pueblo era el grupo
musical del cantón El Amate “Los Guerreros”. Su nombre oficial era “Alma
Guerreros”, lo de “Guerreros” sería por el apelativo de la mayoría de sus
integrantes. Dirigiéndolos: don Carlos y don Atilio. Entre estallidos de
cohetes, canciones y aplausos, las gentes que se animaban…
Los otros bailadores, con ropa limpia,
almidonada, y con sus machetes envainados dispuestos a cualquier eventualidad,
disfrutaban del baile al calor de unas copas, ¡qué digo!: con su pacha de guaro
macho entre pecho y espalda, para no perder la sintonía con sus ancestros y
para que san Benito supiera que, en su honor, andaban alegres.
Usulután, abril de 1989.
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