viernes, 5 de agosto de 2016

Le decían Chael



      
    (Historia)

     René Ovidio González
     
     Su nombre legal era José Israel González. El mundo entero le decía Chael, y a veces lo llamaban Chaelito tal vez por su estatura y por buen afecto. Algunos recordarán su apodo: “centavito”, que tenía relación con esa mínima y achocolatada moneda de cobre cuyo valor nominal era de un centavo de colón. Nació el día 12 de septiembre de 1953 y su mejor amigo no era su amigo. Cantando por pura diversión imitaba a Tony Acosta, y no dejaba de sorprender: Deja esa chica corazón, que no sabe nada del amor… Solo pudo vivir 26 años, 11 meses 11 días. Una bala, al parecer calibre 38 disparada a corta distancia terminó con su existencia, dejándolo tendido para siempre en lo más oscuro del callejón del olvido o del territorio de la muerte.
     Casi adolescente todavía, con solo sexto grado en su haber académico, Chael intentó aprender el oficio de mensajero. En el Telégrafo. Los mensajes surcaban las distancias vía ese aparatito inventado, según refieren, por Samuel Morse. Eran transcritos en el papel, haciendo uso de las prestigiosas máquinas de escribir Olimpia u Olivetti. Mismas que, en la era de los ordenadores, nos atrevimos a bautizar como “máquinas de palo”. Pero Chael conoció ahí los primeros problemas jurídicos. No teniendo él ni arte ni parte en los mensajes escritos ni en el envío de los mismos, por su inocencia en estos menesteres, ¡vaya paradoja!, fue a parar dos o tres días a la cárcel por orden de un juez. El responsable de la oficina envió un mensaje falso a una destinataria, la que se presentó, no se supo si convenida con el funcionario o engañada. Y el suceso originó acciones legales de parte de sus familiares.
     Después Chael voló hacia la capital. Un conciudadano de nombre Pepe y de apelativo García le ofreció empleo. En el breve período que trabajó allá, se hizo amigo de un futbolista chapín que frecuentaba el billar de García y que recién jugara en primera división para un equipo del oriente del país: Tomás Gamboa. Chael contaba del aprecio que le tenía Gamboa y la amistad que lo acercaba al joven deportista negro. Al volver de la capital Chael continuó con su vida cotidiana: dormía hasta bien entrada la mañana y desdormía de noche, visitaba los billares de la ciudad, se reunía con sus cheros, que eran casi todos de la gavilla de ociosos. Por cierto, tenía fama de ser un gran jugador de billar… Se sabía que fumaba y que no se quedaba atrás a la hora de los tragos, aunque no lo hizo jamás frente a sus progenitores.
     Una tarde de mayo de 1978, Chael llegó hecho un berrinche a la casa. ¿A quién se le ocurre invitar a la gente y no invitar a su familia?, clamaba enfadado. Sucedió que yo envié invitaciones para mi graduación de bachiller, entre las personas invitadas hallábase una reconocida maestra. Mas por un descuido desdichado yo omití escribir en el sobre junto a su nombre “y familia”. Ignoro los medios por los que Chael se enteró de mi descuido, pero el suceso me afectó. Tanto que al encontrarme en la calle con la maestra o con las muchachas que vivían en su casa, yo recordaba con reproche aquella terrible situación…
     Con mi hermano Fredis rememoramos aquella época, cuando la diversión inevitable para los jóvenes, y también para algunos veteranos, era el billar. Hubo un billar en donde fue la conocida tienda “La Palmera”. Aprendían ahí entre otros “oficios”, el de echar humo como chimeneas y el otro urgente e inaplazable: apagar el incendio interior con bebidas alcohólicas. Nos referíamos con Fredis a un detalle que yo menciono en el cuento “Leónidas, llamado Jesús”:
     Yo no sé cuánto tiempo pasó Pato de casero en el billar. Lo que sí te puedo decir es que la plática con Leónidas a que me refiero en el cuento, debió ser en 1977 o a principios de 1978. Tendría que buscar en la memoria otras situaciones relacionadas, aunque francamente no creo poder ubicar exactamente en el tiempo ese suceso. Hay, pues una presunta diferencia de más de dos años hasta la muerte de Chael...
     Lo anterior se lo externé yo a Fredis. Y dentro del ámbito de la conversación Fredis me dejó claro algo que a mí se me escurría en las tinieblas:
     Ahora bien, pienso que Chael no era de las FPL tampoco del ERP, sino del Bloque Popular que era como quien dice la cantera o el vivero de donde se nutrían las organizaciones, que en este caso de Santa Elena solo eran las dos mencionadas porque RN no había ni PRTC y FAL si acaso estaban ocultos, así que las que se disputaban la gente eran esas dos, y cuando Leónidas te habló que todo revolucionario tiene requiebros se refería a eso... el momento de la decisión era ¿a cuál organización te ibas a meter?, y seguramente Chael se decantaba por el ERP y el susodicho decidió las FPL... Lo que sucede es que las efes iban por aquellos que se decantaban por el ERP… 
     Un día de aquellos Chael resultó con una quemadura en el rostro, su explicación fue bastante lacónica: “Me quemé con gas al encender un candil”. Supongo que nadie en la casa se tragó aquel embuste. Yo meditaba y no veía la manera de quemarse al encender un dichoso candil. Además, ya sospechaba de sus posibles actividades clandestinas. Fredis me explica ahora lo que él supo en su debido momento:
     Cuando Chael apareció quemado, se dijo que había sido dándole fuego a un bus allá por El Tigüilote, y parece que sí se escuchó decir ese día que habían quemado ese bus en la madrugada, aunque si te soy sincero: tampoco hubo evidencias de buses quemados. Lo del susodicho en San Dionisio ya se lo había dicho yo a Víctor tal y como me lo exponés, de hecho te lo iba a mencionar y se me olvidó, y otra cosa que olvidé también es lo de la historia que contó acerca de Miguelito pata eléctrica en los cerros, ya lo había analizado así… El susodicho no pudo frecuentar al otro siendo de diferentes organizaciones (obviamente era una mentira, ¿qué cubría con esa mentira?), no sé realmente si a pata eléctrica lo bajaron de algún bus... o quiénes... solo se escuchó decir por allí que lo habían dejado en un retén y que fue Moncho dibujo quien le puso el dedo... ¿Otra mentira del susodicho?.... ¿Y por qué el susodicho? ¿Un vago sin importancia?... Te lo expongo antes. El susodicho sería un infiltrado, reclutado por el cuñado, así de simple... 
     “Susodicho” es el seudónimo cifrado que utilizamos en público para referirnos al sujeto a quien apuntan con mayor fuerza las sospechas. Y lo de San Dionisio se relaciona con un comentario que yo hiciera acerca del choque armado en el que cayó combatiendo Manuel Funes…
     Iba yo sobre la 7ª avenida sur, hacia barrio El Calvario. Emiliano Corleto se puso a mi lado y empezó plática con la primicia que yo desconocía: “¿Supiste que Nel murió?”, me interrogó. Y continuó sin esperar mi negación: “Un enfrentamiento con soldados, en San Dionisio. Lo cachimbón es que cayó volándoles tiros a esos perros. Dicen que se fue a un pozo… Los otros compas lograron pelarse. Ahí andaba Chael…”
   Yo sugería, en conversación con Fredis, que esa habría sido una emboscada anunciada, en la que, por inexperiencia cayeron los compas. Una trampa, pues. Fraguada con antelación por el infiltrado, reclutado por el cuñado, así de simple…
     Y eso de llamar “perros” a los soldados o a los guardias…
     Quizás no te he contado, pero una vez que iba yo para Ciudad Normal, a las cuatro de la mañana, en la INCA, si no me equivoco; uno de ellos se sentó al par mío. Una compañera de la Normal iba en el asiento de atrás, y la muy insensata (imposible que no supiera quién era el tipejo ese), me preguntaba si había ido yo a una manifestación de ANDES 21 de Junio, y yo, sabiendo lo que sabía, le dije que no. Y aquella mujer entusiasmada contándome lo de la marcha, y que se estaba organizando otra para próximas fechas. 
     Entonces el estúpido sacó de su maletín una grabadora, luego un casete, y puso a todo volumen música de Los Guaraguao... Según él puso el sebo al anzuelo, no sabía el bruto que yo no soy pez y que no muerdo anzuelos. Claramente el propósito era llamar mi atención para arrastrarme adonde él quería; sacar plática, hacerse pasar por "revolucionario", y después bajarme del bus y desaparecerme como lo insinuaba al decir: "Soy de esos a los que llaman perros".

Continuará…