lunes, 3 de junio de 2019

A cuatro pasos de una decepción


(Opinión)

René Ovidio González

Este escrito fue publicado el 6 de agosto de 2015. Lo doy a conocer otra vez para recordar a quienes interese, que había justa razón en aquello de «que los seres humanos nos parecemos en algo a las gallinas». Ya están abajo del palo, señores. Ojalá jamás se les olvide la lección.

Tres de mis hijas son profesionales. La primera, Doctora graduada de la ELAM, Cuba. La segunda, Licenciada en laboratorio clínico graduada de la Universidad Nacional de El Salvador. Y la siguiente, Profesora de idioma inglés de la misma universidad. Esta última, a pesar de haber egresado y superado todas las pruebas obligatorias, incluidos ECAP y TOEFL, aún va y viene a las instalaciones de la susodicha universidad, ya que para graduar a los jóvenes la “institucionalidad” interpone los más ridículos muros que quién sabe qué cagatinta de febril imaginación construye.  “Es más fácil ingresar que graduarse de esta Universidad”, dice mi hija a sus conocidos. Y agrega: “Les digo para que se preparen sicológicamente”. A veces los tropiezos son producto de si el docente anda de malas pulgas, es decir, de su capricho. ¿Y las autoridades? A saber…

Dice la gente que la esperanza mantiene al tonto. Yo prefiero la otra sentencia: la esperanza es lo último que muere. Estoy aplicando fuertes dosis de medicamentos a mi esperanza. Ella permanece en un coma mucho más prolongado que el del malogrado cantante Gustavo Cerati. Ella agoniza.

Pues bien, he hecho gestiones para que mi Licenciada en laboratorio clínico tenga trabajo con el Estado. Gestiones a la usanza salvadoreña, pues no queda de otra. Es lo que deseo referir.

Visité a un coordinador departamental del partido regente del órgano ejecutivo. Previamente había dialogado con él vía telefónica. Al no encontrarlo, dejé la hoja de vida profesional de mi hija con su tía, que es como si fuera su propia madre. La señora dictó una sentencia premonitoria: “Aquí viene mucha gente, Profesor, y este (el coordinador) dice que es de gusto, que trabajo no están dando”. Me despedí de la señora con la misma amabilidad con la que llegué pero con la certeza de que “era de gusto”.

La Constitución de la República en la Sección Primera- Derechos individuales- artículo 2 expresa:   “Toda persona tiene derecho a la vida (…), al trabajo”…  Y el artículo 37 en la Sección Segunda-Trabajo y Seguridad Social, manda: “(…) El Estado empleará todos los recursos que estén a su alcance para proporcionar ocupación al trabajador, manual o intelectual, y para asegurar a él y a su familia las condiciones económicas de una existencia digna”.

Resulta que de repente vi que varios de mis conocidos ocuparon cargos en el “nuevo” gobierno. Qué alegría, al fin nombraban gobernador departamental a un hombre honesto y trabajador. Solo que no lo escogieron por esas cualidades, sino por ser de los amigos del presidente. Le hablé de la necesidad que me aquejaba. Le di algunas pistas para localizar la plaza urgida. Al presidentito de la zona le bastaba hacer una llamada de 30 segundos para informarse si había o no plaza donde yo le aseguraba. Dijo que iba a investigar, me habló de los males del territorio bajo su jurisdicción, el desempleo, la inseguridad…

Pasó fugaz el tiempo, como ave agorera que asusta. Le llamé por teléfono, yo estaba ansioso, y él a eso de las 10 de la mañana estoy especulando dormía aún. Se molestó. Lo sentí en su tono de voz: “¡Ya te dije que voy a investigar!, ahorita no tengo nada, yo te llamo”. Todavía espero, aunque tengo la horrible sospecha que no me llamará pues su reinado fue efímero.

Es que pasa que el camino al cielo está poblado de cruces. En una grandiosa fecha tapizada de números once: 11 del 11 del 11, esos chochos jodidos que son los Mejía Godoy visitaron la ciudad. Me fui con mis hijas al concierto. Ahí pude hablar con otro importante personaje de los años de organización partidaria allá donde yo vivía. Tiempos cuando pocos tenían cojones o resignación para aceptar lo que viniera. Pues sí, se los echo en cara: yo puse a disposición de los insurgentes el local de la Escuela que dirigía, aquel histórico 16 de enero, expuesto a amanecer muy serio el día 17 y con visa a la eternidad.

El personaje: un excomandante del ejército guerrillero y a su vez exoficial del otro ejército. Lo apreciaba mucho, así que con confianza le dejé ir la piedra. El era muy cercano a uno de los ministros del gabinete gubernativo. Mandó a mi hija a la oficina del director departamental de salud, que llevara su hoja de vida profesional. De seguro aquel “director” era mago puesto que nunca estaba o desaparecía, y si llegaba, llegaba a reunirse, ¿con quién?, a saber… y si salía en ese momento, ya se iba… Jamás se pudo hablar con él, a lo mejor había que pedir cita anticipada para consultar, cuestión de médicos, sí señor.

Entonces yo, en mi exceso de confianza con el excomandante, le llamaba por teléfono. La última vez, estaría de mal humor, me dijo: “La cuestión es no aburrirse, que su muchacha siga yendo donde el director, yo voy a comunicarme, después le llamo a usted”. Todavía espero, aunque tengo la horrible sospecha que no me llamará. ¿Qué sería de él? Solo lo he visto en documentales historiográficos, pero ahí supongo no me escucharía.

También a un médico que me visitaba con frecuencia, y conversábamos, lo ubicaron de director de una Unidad de Salud. Es un doctor desdeñoso a pesar de su origen precario, ya en más de una oportunidad utilizó sus inconsecuencias de manera desagradable. Tendrán que disculpar mi desvío: debo continuar de inmediato con los cuatro pasos de mi decepción…

Mi esperanza se iba poniendo mal. Se enfermaba sin remedio, y un día decidí buscar al hermano de un amigo mío de los años viejos, director de una importantísima institución pública. Es mi obligación explicar que me recibió con toda humildad e interés. Hice mi planteamiento. Y él: “Será un honor ayudarte”. “A mí no se me olvida cuando tengo que ayudar”. Confiado y satisfecho por la promesa me retiré con un apretón de manos. Pasó un mes, dos meses, tres, cuatro… al octavo mes tomé la determinación de escribirle un correo electrónico. No hubo respuesta. El siguiente mes de nuevo lo intenté. Jamás contestó. Me sucedió lo que a Rutilio el burlón: el fantasma bajo el tamarindo jamás le respondió. Tal vez el hermano de mi amigo no ha podido hacerse oír.

El sistema económico guarda espantoso silencio para quienes quieren aportar su trabajo a la reconstrucción de este Macondo. Sin embargo, a veces, las élites gobernantes alcaldes, gobernadores, ministros… emplean recursos que están a su alcance para ayudar a grupos o individuos al margen de la ley, grupos e individuos dedicados no a construir sino a destruir. Los chicos honrados pagan los platos rotos de las decisiones revesadas de quienes gobiernan, en un mundo que sin duda, tal lo expresa Eduardo Galeano, está al revés.

Me cuesta creerlo: el galeno desdeñoso jamás ha vuelto a visitarme. Recién he sabido que lo ascendieron a director de SIBASI. Yo no he gestionado para ubicar dentro de las filas de empleados estatales a la Doctora. Aunque desde su llegada de la mayor de Las Antillas, se topó con un recibimiento hostil de parte de estudiantes de medicina de la Universidad Nacional, guiados por oscuros intereses tras bambalinas. Ese escollo se superó, ahora van surgiendo otros: el inconsecuente director de SIBASI, según detalló fuente confiable, ha manifestado: “Mientras yo esté aquí ningún ELAM va a conseguir entrar”. Seguramente si se lleva un par de recomendaciones el doctorcito cambiaría de actitud. El médico anti ELAM olvida que los seres humanos nos parecemos en algo a las gallinas: un rato estamos arriba del palo y otro rato abajo. Este profesional era de aquellos universitarios bulliciosos que de todo hay en la viña del patrón, en las marchas de protesta, se ponían pasamontañas y hacían pintas en vitrinas o paredes, incitando a los ciudadanos a organizarse y luchar. Bien dice la gente: Del dicho al hecho… Es que se necesita ser más que soberbio para jactarse de ser soberbio.

Cuando cientos de profesores salimos de Ciudad Normal “Alberto Masferrer” eran tiempos de las dictaduras militares, férreas y criminales; pero ni a mí ni a nadie preguntaron si éramos miembros de cuál organización o ideología, no nos pidieron una ni dos recomendaciones de dirigentes del “partido oficial”.  El milico-presidente y su equipo de Educación no repararon en nimiedades, simplemente repartieron los correogramas de nombramientos, y nosotros salimos felices, aunque fuéramos a la cola del diablo, con la juventud a borbollones a desparramar conocimientos.

La Constitución de la República remarca en la Sección Primera-Derechos Individuales-Artículo 3: “Todas las personas son iguales ante la ley. Para el goce de los derechos civiles no podrán establecerse restricciones que se basen en diferencias de nacionalidad, raza, sexo o religión”…

Habrá que preguntar a don SIBASI y a la élite gubernativa decisoria qué partes de estos artículos de la ley primaria no entienden. Si es que pudiéramos un glorioso día llegar hasta ellos.


ELAM: Escuela Latinoamericana de Medicina, Cuba.
ECAP: Evaluación de Competencias Académicas y Pedagógicas.
TOEFL: Test of English as a Foreign Language.  (Examen de Inglés como un idioma extranjero)
SIBASI: Sistema Básico de Salud Integral.