jueves, 1 de septiembre de 2016

Le decían Chael



                           

     (Historia)

      René Ovidio González

  Continuación...
      En la noche que fue asesinado, Fredis y Víctor vieron a Chael. Andaba en el culto al dios Baco. Pensábamos después en otra posibilidad, en otro actor en el trágico desenlace. Un vecino del barrio con suficiente crédito y talento para despachar prójimos al más allá. Pero… 
        Fredis explica: 
     Yo también pensaba en eso cuando se dijo que Chael había salido del Marañones, pero dice Víctor que él vio a Chael como a las 8 o 9 ya borracho en la esquina del billar (por donde los Lizama), y yo creo que lo vi también desde la esquina de la viuda…
     Se rumoraba que las ancianas habían declarado pero no creo mucho (la gente no hablaba de esas cosas por miedo). Don Jacobo hizo el reconocimiento porque era el juez de turno y por ende también efectuó indagaciones al respecto llegando a la conclusión de que fue ese que mencionan que fue, porque según a él lo vieron que lo llevaba junto con otro al que no reconocieron.
      Refieren que gritaba “No me matés Pedro”, pero ni Fredis ni yo lo creemos verídico. Esa frase, difundida con insistencia, persigue un propósito: verter en el mar de las conjeturas los hechos, despistar, voltear nuestras miradas, hacer que pasemos inadvertidos a los sujetos a quienes se debe enfocar. 
        Fredis, lo expresa así:
     Que Chael decía “No me matés Pedro”... no lo creo, porque conocí la serenidad de Chael y el valor que tenía (a menos que por andar embriagado)... Te digo que conocí su serenidad en cierta ocasión que estando yo frente a la casa llegó Gonzalo y me preguntó por él y cuando le expliqué que no estaba me dijo: “Decile que manda decir Pacheco que hoy en la noche va haber cateo en las casas y que busque la manera de irse… Decile que Pacheco y un grupo nos vamos para un terreno allá por La Guasa y vamos a estar armados por si acaso... otro grupo se va para allá por donde los Bonilla”... 
     El caso es que mi mamá estaba al tanto de que llegó el bicho a buscar a Chael y tuve que decirles, mi papá se enojó mucho y cuando aquel llegó lo regañó y le dijo que lo llevaría para Analco a que durmiera allá… Yo les dije que no me quedaba porque si me hallaban a mí solo de varón y al no encontrar a quien buscaban me la iba a soplar... Ya estando donde la abuela, Chael salió al patio (no recuerdo si me llamó o yo me fui detrás), el caso es que me dijo: “Yo me voy a ir, y en la mañana si alguien pregunta le decís que acabo de salir”. Le pregunté si iba para La Guasa y me dijo: “No, voy para donde los Bonilla”...
     Eran tiempos de organización popular. El país estaba en la situación de un volcán en erupción y cinco organizaciones en rebeldía se disputaban la militancia latente. La conspiración era un hervidero por el rumbo que se viera. En la ciudad y en el campo los jóvenes tomaban sus propias decisiones. Y el enemigo no dormía. 
       Refiriéndose al susodicho Fredis me explica:
      La vez que yo lo vi... entré como de costumbre y el señor se me atravesaba en el camino para que yo no pasara la puerta hacia la otra casa, pero pasé y me encontré con la señora que también trató de impedir que entrara pero yo alcancé a ver al susodicho en la puerta y él le hizo señas que me dejara pasar... habían otros dos bien dormidos... cuando entramos a platicar sobre el tema trató de darme paja: dijo que eran tres que habían participado en la muerte de Chael, mencionó a dos de El Rebalse. Un guardia… y otro. Dijo que a esos dos ya los había matado con sus propias manos y que solo faltaba Pedro (De allí puede provenir esa versión, ellos la habrán inventado porque en ese tiempo no habían muerto guardias de El Rebalse, obviamente estaba mintiendo). Prosiguió diciéndome que el enano (Chael) no lo dejaba descansar en la montaña, que cuando estaba durmiendo soñaba que le decía: “Levantate jodido” y que le puyaba las costillas... Fue cuando yo le dije viéndolo de frente a los ojos (él con la Mp5, o Uzi no sé, terciada): “Es que la conciencia es jodida...” Se puso incómodo y serio y me preguntó: ¿Por qué decís eso?... Le dije: “No, nomás porque como ustedes eran grandes amigos y siempre andaban juntos para todos lados y casualmente esa noche vos no andabas con él... ¿o me equivoco?... Imagino que la conciencia te ha de reclamar...” No recuerdo qué dijo después, pero me despedí diciendo: “Ha sido un gusto, cuidate y cuidá a tus compas no te los vayan a matar...” Di la vuelta y me fui sin volver la vista...
     Hay un hecho bien curioso que sucedió cuando yo estaba limpiando a Chael (se lo comenté a Víctor). Ya lo había limpiado completamente de la sangre de la cabeza y el cuello que por cierto ya la tenía seca, ya no sangraba (científicamente postmorten ya no se sangra porque el corazón ya no bombea y Chael ya estaba rígido) cuando entró Lupa y dijo: ¡Ahí viene el (susodicho)...! Y yo le pregunté: ¿Y qué tiene que venir a hacer el (susodicho) aquí? ¡Díganle que se vaya!... Me contestó: ¡Pues como eran grandes amigos!... Le dije: ¡Con amigos así para qué tener enemigos!... Y Chael comenzó a sangrar del oído... Lo limpié y salí a la puerta, el susodicho estaba en la esquina y nada más me vio se pegó la huida... Supuse que algo no andaba bien y en ese momento no reparé en el sangrado de Chael hasta que hace poco leí algo al respecto en un libro de Helena P. Blavasky…
     Se me olvidaba… no sé si Víctor te ha contado que él vio a Chael poco después de muerto, allá por la orilla de la quebrada... No les quiso decir a los viejitos por no asustarlos, solo les dijo que había visto algo por ahí y el viejito salió con el machete y la lámpara pero ya no vio nada.
       A muchos años de distancia yo intento rescatar los pedazos de recuerdos de las cenizas todavía calientes de mi desmemoria:
     Aquella vez volví a Santa Rosa el sábado porque allá se iniciaban las fiestas, había baile y mi idea era asistir a ese baile. Al final solo anduve rondando por ahí y no entré. Un compañero andaba bebiendo y se resistía a dejar aquel molote, aunque yo no bebía lo acompañé hasta que regresamos a donde vivíamos, porque alquilábamos entre él y yo un mismo cuarto. De repente, y a pesar de las vacaciones y que pensaba quedarme, decidí regresar. Nadie me avisó. Madrugué el siguiente día más de lo acostumbrado, pero fue sin saber. Cuando iba entrando a barrio Los Remedios, en la vuelta que daban los buses por la 2a. calle oriente, buscando “el punto” que era por El Río, frente al palomar, Juan José, el vendedor de periódicos, me iba a hacer una pregunta, y se detuvo, “Ah, si vos no sabés”, se disculpó. “¿No sé, qué?”, le pregunté. Y entonces él me lo dijo. Era domingo y la fecha se grabó para siempre en los resquicios de la memoria…
      A Chael lo enterramos el mismo domingo por la tarde. Al amanecer del lunes, estando nosotros en la puerta de la casa, desolados por lo acontecido la víspera, vimos asomar a Manuel chiquitín, quien con su corvo colgado y su brincadito al andar se acercó mostrando signos de nerviosismo. Con sus grandes ojos tornados bien abiertos nos ofreció en bandeja la novedad: “Hay otro muerto en la canchita, es Yoni, un cipote de pelo chele”. Al decir “otro muerto”, nos quería expresar: “aparte del de ustedes, de ayer”. En el mismo suceso había resultado baleado Oscar Aparicio, azúcar. El motivo de querer eliminar a azúcar sería tal vez porque este había estado comentando algo durante el entierro de Chael. 
     Al preguntarle a un amigo quién cree fue el asesino de Chael, dice: “Sí, él fue quien mató a Chaelito, si lo vieron cuando lo arrastró”. Se refiere al cuñado que reclutó al infiltrado…Y ciertamente, el cuñado también es acreedor de fuertes sospechas. Otro intenta evadir la respuesta aunque la sugiere con algún disimulo: ... “¿Quién mató a Chael?... no creo que no sepás, pero de nada sirve que te diga porque ese ya está lejos...” Ya el cuñado del susodicho se había ido. No especificó pero dijo: “Ese que mencionan fue”.
     En realidad, ateniéndose a sus indagaciones, Víctor asegura fueron cuatro individuos que participaron. Quienes vieron cuando lo llevaban reconocieron a tres. Al otro no lograron identificarlo. Víctor cuenta que un amigo suyo en Houston le refirió que conversando con un paisano frente a su casa de barrio Analco, casi al anochecer, se fijaron que cerca estaba un borracho fondeado. El paisano le dijo: “Ese baboso no debería estar dormido ahí, porque ese fue el que mató a Chael”. Era un individuo del cantón Joya Ancha. Se supo después que capturado por la guardia sufrió torturas, aunque se ignora el motivo. Su hijo del mismo nombre huyó y ahora vive en el norte. Víctor me sugiere cinco nombres entre los que pueden estar los cuatro implicados. Incluye al susodicho y a su cuñado, al fondeado de Joya Ancha, al guardia nacional que se dio a la tarea de asesinar personas en la ciudad, hasta que topó, y a un individuo de quien no daré señas.
     El “otro muerto” del que informó chiquitín había estado en la vela de Chael, yo lo vi llegar. Me refiero a la vela de día... En “El cuerpo”, es decir, cuando estaba tendido el difunto. Yoni llegó, pienso que era aún en la mañana, y si no me equivoco lloró y dijo algo que no alcancé a percibir o quizás no lo recuerdo. De seguro que lo que dijo fue su condena... Eran tiempos complejos. Tiempos dolorosos en los que la impunidad se enseñoreaba a ráfagas de terror, a latigazos de sangre y de tragedia. 



Agradecimientos: 
A mis hermanos Fredis y Víctor. A Fredis por los detalles y porque sin sus investigaciones no me hubiera sido posible escribir. A Víctor por sus aportes contundentes a este proceso de búsqueda de la verdad.
A los amigos que han contribuido con sus testimonios y que han confiado sus saberes, sus vicisitudes y sus angustias.