(Opinión)
René Ovidio González
Este escrito fue publicado
el 6 de agosto de 2015. Lo doy a conocer otra vez para recordar a quienes interese, que había justa razón en aquello de «que los seres humanos nos parecemos en
algo a las gallinas». Ya están abajo del palo, señores. Ojalá jamás
se les olvide la lección.
Tres de mis hijas son profesionales. La primera, Doctora
graduada de la ELAM, Cuba. La segunda, Licenciada en laboratorio clínico
graduada de la Universidad Nacional de El Salvador. Y la siguiente, Profesora
de idioma inglés de la misma universidad. Esta última, a pesar de haber
egresado y superado todas las pruebas obligatorias, incluidos ECAP y TOEFL, aún
va y viene a las instalaciones de la susodicha universidad, ya que para graduar
a los jóvenes la “institucionalidad” interpone los más ridículos muros que
quién sabe qué cagatinta de febril imaginación construye. “Es más fácil ingresar que graduarse de esta
Universidad”, dice mi hija a sus conocidos. Y agrega: “Les digo para que se
preparen sicológicamente”. A veces los tropiezos son producto de si el docente
anda de malas pulgas, es decir, de su capricho. ¿Y las autoridades? A saber…
Dice la gente que la
esperanza mantiene al tonto. Yo prefiero la otra sentencia: la esperanza es lo último que muere.
Estoy aplicando fuertes dosis de medicamentos a mi esperanza. Ella permanece en
un coma mucho más prolongado que el del malogrado cantante Gustavo Cerati. Ella
agoniza.
Pues bien, he hecho gestiones para que mi Licenciada en
laboratorio clínico tenga trabajo con el Estado. Gestiones a la usanza
salvadoreña, pues no queda de otra. Es lo que deseo referir.
Visité a un coordinador departamental del partido regente del órgano ejecutivo. Previamente había dialogado con él vía telefónica. Al no encontrarlo, dejé la hoja de vida profesional de mi hija con su tía, que es como si fuera su propia madre. La señora dictó una sentencia premonitoria: “Aquí viene mucha gente, Profesor, y este (el coordinador) dice que es de gusto, que trabajo no están dando”. Me despedí de la señora con la misma amabilidad con la que llegué pero con la certeza de que “era de gusto”.
La Constitución de la República en la Sección Primera-
Derechos individuales- artículo 2 expresa:
“Toda persona tiene derecho a la vida (…), al trabajo”… Y el artículo 37 en la Sección
Segunda-Trabajo y Seguridad Social, manda: “(…) El Estado empleará todos los
recursos que estén a su alcance para proporcionar ocupación al trabajador,
manual o intelectual, y para asegurar a él y a su familia las condiciones
económicas de una existencia digna”.
Resulta que de repente vi que varios de mis conocidos
ocuparon cargos en el “nuevo” gobierno. Qué alegría, al fin nombraban
gobernador departamental a un hombre honesto y trabajador. Solo que no lo
escogieron por esas cualidades, sino por ser de los amigos del presidente. Le hablé de la necesidad que me
aquejaba. Le di algunas pistas para localizar la plaza urgida. Al presidentito
de la zona le bastaba hacer una llamada de 30 segundos para informarse si había
o no plaza donde yo le aseguraba. Dijo que iba a investigar, me habló de los
males del territorio bajo su jurisdicción, el desempleo, la inseguridad…
Pasó fugaz el tiempo, como ave agorera que asusta. Le llamé
por teléfono, yo estaba ansioso, y él a eso de las 10 de la mañana ─estoy especulando─ dormía aún. Se molestó.
Lo sentí en su tono de voz: “¡Ya te dije que voy a investigar!, ahorita no
tengo nada, yo te llamo”. Todavía espero, aunque tengo la horrible sospecha que
no me llamará pues su reinado fue efímero.
Es que pasa que el camino al cielo está poblado de cruces.
En una grandiosa fecha tapizada de números once: 11 del 11 del 11, esos chochos
jodidos que son los Mejía Godoy visitaron la ciudad. Me fui con mis hijas al
concierto. Ahí pude hablar con otro importante personaje de los años de
organización partidaria allá donde yo vivía. Tiempos cuando pocos tenían
cojones o resignación para aceptar lo que viniera. Pues sí, se los echo en
cara: yo puse a disposición de los insurgentes el local de la Escuela que dirigía,
aquel histórico 16 de enero, expuesto a amanecer muy serio el día 17 y con visa
a la eternidad.
El personaje: un excomandante del ejército guerrillero y a
su vez exoficial del otro ejército. Lo apreciaba mucho, así que con confianza
le dejé ir la piedra. El era muy cercano a uno de los ministros del gabinete
gubernativo. Mandó a mi hija a la oficina del director departamental de salud,
que llevara su hoja de vida profesional. De seguro aquel “director” era mago
puesto que nunca estaba o desaparecía, y si llegaba, llegaba a reunirse, ¿con
quién?, a saber… y si salía en ese momento, ya se iba… Jamás se pudo hablar con
él, a lo mejor había que pedir cita anticipada para consultar, cuestión de
médicos, sí señor.
Entonces yo, en mi exceso de confianza con el excomandante,
le llamaba por teléfono. La última vez, estaría de mal humor, me dijo: “La
cuestión es no aburrirse, que su muchacha siga yendo donde el director, yo voy
a comunicarme, después le llamo a usted”. Todavía espero, aunque tengo la
horrible sospecha que no me llamará. ¿Qué sería de él? Solo lo he visto en
documentales historiográficos, pero ahí supongo no me escucharía.
También a un médico que me visitaba con frecuencia, y
conversábamos, lo ubicaron de director de una Unidad de Salud. Es un doctor
desdeñoso a pesar de su origen precario, ya en más de una oportunidad utilizó
sus inconsecuencias de manera desagradable. Tendrán que disculpar mi desvío:
debo continuar de inmediato con los cuatro pasos de mi decepción…
Mi esperanza se iba poniendo mal. Se enfermaba sin remedio,
y un día decidí buscar al hermano de un amigo mío de los años viejos, director
de una importantísima institución pública. Es mi obligación explicar que me
recibió con toda humildad e interés. Hice mi planteamiento. Y él: “Será un
honor ayudarte”. “A mí no se me olvida cuando tengo que ayudar”. Confiado y
satisfecho por la promesa me retiré con un apretón de manos. Pasó un mes, dos
meses, tres, cuatro… al octavo mes tomé la determinación de escribirle un
correo electrónico. No hubo respuesta. El siguiente mes de nuevo lo intenté.
Jamás contestó. Me sucedió lo que a Rutilio el burlón: el fantasma bajo el
tamarindo jamás le respondió. Tal vez el hermano de mi amigo no ha podido
hacerse oír.
El sistema económico guarda espantoso silencio para quienes
quieren aportar su trabajo a la reconstrucción de este Macondo. Sin embargo, a veces, las élites gobernantes ─alcaldes, gobernadores,
ministros…─ emplean recursos que están a su
alcance para ayudar a grupos o individuos al margen de la ley, grupos e
individuos dedicados no a construir sino a destruir. Los chicos honrados pagan
los platos rotos de las decisiones revesadas de quienes gobiernan, en un mundo
que sin duda, tal lo expresa Eduardo Galeano, está al revés.
Me cuesta creerlo: el galeno desdeñoso jamás ha vuelto a
visitarme. Recién he sabido que lo ascendieron a director de SIBASI. Yo no he
gestionado para ubicar dentro de las filas de empleados estatales a la Doctora.
Aunque desde su llegada de la mayor de Las Antillas, se topó con un
recibimiento hostil de parte de estudiantes de medicina de la Universidad
Nacional, guiados por oscuros intereses tras bambalinas. Ese escollo se superó,
ahora van surgiendo otros: el inconsecuente director de SIBASI, según detalló
fuente confiable, ha manifestado: “Mientras yo esté aquí ningún ELAM va a
conseguir entrar”. Seguramente si se lleva un par de recomendaciones el
doctorcito cambiaría de actitud. El médico anti ELAM olvida que los seres
humanos nos parecemos en algo a las gallinas: un rato estamos arriba del palo y
otro rato abajo. Este profesional era de aquellos universitarios bulliciosos
que ─de todo hay en la viña
del patrón─, en las marchas de
protesta, se ponían pasamontañas y hacían pintas en vitrinas o paredes,
incitando a los ciudadanos a organizarse y luchar. Bien dice la gente: Del dicho al hecho… Es que se necesita
ser más que soberbio para jactarse de ser soberbio.
Cuando cientos de profesores salimos de Ciudad Normal
“Alberto Masferrer” eran tiempos de las dictaduras militares, férreas y
criminales; pero ni a mí ni a nadie preguntaron si éramos miembros de cuál
organización o ideología, no nos pidieron una ni dos recomendaciones de
dirigentes del “partido oficial”. El
milico-presidente y su equipo de Educación no repararon en nimiedades,
simplemente repartieron los correogramas de nombramientos, y nosotros salimos
felices, aunque fuéramos a la cola del
diablo, con la juventud a borbollones a desparramar conocimientos.
La Constitución de la República remarca en la Sección
Primera-Derechos Individuales-Artículo 3: “Todas las personas son iguales ante
la ley. Para el goce de los derechos civiles no podrán establecerse
restricciones que se basen en diferencias de nacionalidad, raza, sexo o
religión”…
Habrá que preguntar a don SIBASI y a la élite gubernativa
decisoria qué partes de estos artículos de la ley primaria no entienden. Si es
que pudiéramos un glorioso día llegar hasta ellos.
ELAM: Escuela
Latinoamericana de Medicina, Cuba.
ECAP: Evaluación de Competencias Académicas y Pedagógicas.
TOEFL: Test of English as a
Foreign Language. (Examen de Inglés como un
idioma extranjero)
SIBASI: Sistema Básico de Salud
Integral.