René Ovidio
González
Al
cumplirse en agosto siete años del deceso de mi amigo, el poeta Ricardo
Bogrand, quiero recordarlo con respeto y admiración mediante la
publicación de este artículo, que escribí en enero 10 de 2011 tras la que fuera su última visita a El Salvador.
Pero ¿quién es Ricardo Bogrand?
Pues
nada más y nada menos que uno de los fundadores de aquella generación de
escritores que surgió a principios de los años 50, cuya expresión ha sido
insuperable y que después se conoció como “La Generación Comprometida”.
Bogrand, yo lo aseguro, es uno de los mejores poetas salvadoreños, amigo
entrañable de esos grandes literatos de aquel momento.
Nace en San Pedro Arenales en 1930, y su vida transcurre entre el polvo de los caminos rurales (por donde ruedan lentas las carretas cargadas de sacos de café ajeno hasta Puerto El Triunfo) y la patria de Emiliano Zapata, donde hoy, merced a su intelectualidad y a su grado académico de Doctor en Antropología, coordina la Cátedra José Martí, en una Universidad de Chiapas. Tendríamos necesidad de muchas páginas para responder íntegramente a la pregunta ¿Quién es Ricardo Bogrand?, y siempre quedarían detalles por decir.
¿Por
qué una Generación Comprometida?
La
tarde en mención Ricardo Bogrand nos habló de esa hornada de escritores, aclaró
que fue Ítalo López Vallecillos quien en un artículo periodístico mencionó el
nombre como una característica del grupo. Dijo que el compromiso era con el
pueblo, que lo que se escribiera debía ir en defensa de los intereses de los
pobres. En este sentido explicó que no de todos los iniciadores del movimiento
se puede hablar de igual manera, algunos vivían ese compromiso a medias, otros
ni siquiera se puede asegurar que hayan tenido compromiso, a no ser con las clases
pudientes. De lo último puso de ejemplo a Irma Lanzas, a Waldo Chávez Velasco y
a Eugenio Martínez Orantes. “La misma Mercedes Durand no estaba tan
comprometida como lo estuvo Roque y otros del grupo”.
¿Quiere
saludar a Manlio?
Manlio
Argueta es el otro escritor migueleño que formó parte de esta generación
literaria. En un momento de la conversación, se le preguntó a Bogrand si
deseaba saludar a Manlio vía telefónica. Respondió que sí… “¿Que cuál es mi
nombre? El mío es Ricardo… ¿Que de dónde vengo? Pues oye, no vayas a
confundirte creyendo que ando con el (sub)comandante Marcos, estoy en Chiapas…
Pues me voy pronto, mañana salgo para San Salvador y el siguiente día voy para
México… Otra vez, claro que sí…”
“Desplómate
símbolo de la Plaza Libertad”
Como
nosotros hiciéramos muchas preguntas, él iba respondiendo una a una con talento
y autoridad indiscutibles. A una interrogante acerca de Jorge Campos―autor del
Poema de Sol y Niebla―, expresó su aprecio por “Campitos”: “A él lo metieron
preso al mismo tiempo que a mí, yo no sabía, no me di cuenta, fui prisionero
casi un mes, después supe que lo habían torturado. Cuando hablaba con nosotros,
nos hacía señal de silencio porque creía que en su cabeza habían colocado un chip,
que nos oían y podíamos tener problemas”. “Un día que fuimos al lago de
Coatepeque, un compañero tomó los manuscritos de Campitos y los lanzó al agua,
no salvamos ninguno de los poemas. Cuando viajábamos de regreso a San Salvador,
dicen que Campitos dijo que no importaba, que en pocos días tendría unos kilos
más de poemas”
Una
de las ediciones (aunque no lo dijo podría ser el libro “Alianza de mis Manos”,
de la Colección Contemporáneos, publicado en 1970 por la Universidad de El
Salvador), terminó en una pira que los militares ocupantes de la Universidad en
1972 ―época del coronel Molina― hicieron con todo material que oliera a
conocimiento, a educación, o a literatura. “Solo se salvaron algunos. Tirso
Canales los encontró por ahí y me envió 25 ejemplares a México”.
A una frase mía, quiso recordar parte de uno de sus poemas. Yo intenté traer a su memoria un poema titulado Niños de la Colonia Belén, uno que dice: ¿Como quién de esos niños era yo? / ¿Como quién? /... Pero él se trasladó a otro momento, quizás, y del modo que se transita un camino otras veces andado, se puso a repetir el otro poema que toca a la colonia Belén, o colonia Obrera, según Bogrand, el nombre original. Se trata del poema Nuestro Barrio, que inicia así: A un lado de nuestro barrio/ pasa el río/ Callado, sordo se dibuja/ en los rostros sin ojos de las piedras/.
Mi
flamante Primer Lugar en Poesía, a nivel nacional
Me
di cuenta de que sí recordaba aquella vez cuando en 1992, en diciembre, un
compañero de entonces y yo le visitamos en San Miguel. En esos días recién yo
había ganado el primer lugar en los Juegos Florales de Usulután.
Javier Alas laboraba en la Dirección de Publicaciones e Impresos y colaboraba
con el Suplemento Tres Mil del Diario Latino. Habiéndome publicado dicho
suplemento mediante el poeta Alas, decidí mostrarle lo divulgado a Bogrand. Era
la página de portada completa. El Maestro leyó mis poemas en una lectura
rápida, y sin andar con rodeos, devolviéndome la página, fue específico: Todos
están bien, pero este (señaló uno) yo no lo hubiera publicado…
Yo
sigo siendo, lo que no hay es Partido…
Un
poco, nada más un poco, dentro del contexto histórico que describía, tocó algún
tema político. Nos explicó la diferencia ―medio en broma medio en serio―entre
las distintas categorías de marxistas: Los marxistoides, los marxistólogos, y
los marxistas de veras.
“El
Partido nos veía con recelo, solo porque chupábamos”. Se refiere ―es evidente―
a sí mismo, a Roque Dalton, a Orlando Fresedo y otros. “Pero nosotros hacíamos
bien nuestras tareas, nos divertíamos, sí, pero éramos muy responsables”.
El
libro del Licenciado Gómez y la promesa de otro ejemplar…
Un
detalle muy elegante fue la lectura hecha por el Licenciado Arnoldo Gómez de un
poema de su autoría, dedicado a Ricardo Bogrand. Con emoción el Licenciado
leyó, y con mucha alegría nosotros aplaudimos. Era el único ejemplar que
quedaba del libro donde se hallaba aquel poema, por lo que se disculpó de no
poder entregárselo. En eso alguien afirmó que tenía dos ejemplares del mismo,
prometió traer uno y, a pesar de las dudas del Licenciado, asunto resuelto.
Aquel día 31 de diciembre, desde las cuatro y ya entrando la noche, casi las
siete, fue una cátedra de Literatura y de Historia Nacional, con uno de los
insignes forjadores de esa Literatura y esa Historia. Aprendimos del Maestro.
Bebimos café y reímos.
Fotografía: Bogrand bebiendo café, el 31 de diciembre de 2010. Junto a él, el autor de este artículo. .
No hay comentarios:
Publicar un comentario