viernes, 10 de abril de 2020

Cienfuegos


(Poema)
René Ovidio González

Cienfuegos es joya entre las joyas de Cuba.
¡Qué monumento de ciudad imaginaron sus autores!
¿Sería  otra Venecia? ¿O sería otra París?
Cienfuegos jamás cambiaría nada que le pertenezca
por nada de  lo hermoso de esas urbes modernas.
¡Ah, si las calles fueran canales!
¡Ah, si el Sena desembocara en la bahía!
Caminar por un alegre bulevar bullicioso,
próximo está el Malecón y es suficiente:
el mar Caribe dormitando adentro de su límite
y brisas del sur retozando entre barcos fondeados en la ría.

No tendría torres Eiffel  ni arcos del Triunfo.
¿Para qué  necesita arcos y torres
si solaza las miradas de riquezas arquitectónicas?
Un Teatro Tomás Terry,
un histórico Colegio San Lorenzo, el Palacio de Valle...
Inquieta y radiante de sol como está,
desde el Malecón, en la ribera salobre,
se descubre su hermosura diamantina
al abrazo de su vigorosa lozanía.

Cienfuegos: planicie perfecta y trazo matemático.
La deslumbrante lejanía reverbera
exhibiendo en dimensión inmensurable
las oscuras espigas humosas de los Centrales Azucareros…
¿No es aquella silueta profunda y difuminada
el imponente macizo montañoso?
¿No es aquella mancha grisácea la serranía de El Escambray?

Cienfuegos es la huella fresca
del transitar de Tania rumbo a la historia.
Aquí anduvo Fidel con su tropa el 7 de enero de 1959.
Aquí nació, refieren, la legendaria Cubanita
en las luchas de Martí…

Benny Moré lo dijo:
«¡Cienfuegos es la ciudad que más me gusta a mí!»
¿Y cómo no?



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