(Historia)
René Ovidio González
─¿Está Jesús Mondragón?
Un soldado del batallón Atonal indagaba al respecto.
El esbirro dio marcha atrás sin obtener respuesta satisfactoria. Su tropa
esperaba al acecho en los alrededores de la vivienda campesina de don Chungo o
Lipe, tal se le conocía a don Natividad de Jesús Mondragón en las filas
guerrilleras. Eran los inicios de aquellos trágicos años 80, y la escena
ocurría en el cantón Las Cruces, a pocos kilómetros al noreste de Santa Elena,
cerca de la carretera que conduce hacia la ciudad de Jucuapa.
“Le entramos de lleno al proceso”, cuenta satisfecho
don Jesús, a sus ochenta y tantos años de edad. Y ríe a carcajadas: “yo ya era
un viejo, un hombre macizo.” Un día recibió una visita que marcó su vida para
siempre. Llegaron unos muchachos a contarle historias de rebeldías y de
insurrecciones. A uno de los visitantes lo recuerda solo por un nombre: “Los
que vinieron primeramente fueron Chabelo y, ¿quién era el otro?… corría el año 1980, si no me equivoco.” Y él, don
Chungo, tenía ya lista la respuesta en
la punta de su lengua: “Si ese bolado es así como dicen ustedes, ahí voy.”
Todos sus vecinos consideraban a don Jesús Mondragón
como un líder de la comunidad. Y él aceptaba sin ínfulas su condición de
cacique. Antes, refiere sin ningún complejo de culpa, fue simpatizante de Napoleón
Duarte. “Aficionado al duartismo”, aclara, pues jamás fue militante activo.
Inclusive ejerció de Jefe de Comisión, es decir, comandante cantonal. “A mí me
gustaba el militarismo. En mi juventud, pues, y yo tenía carnet de patrullero, ese
carnet me daba ventajas frente a la autoridad…”
Con paciencia, y con la labor de René Antonio Saravia,
de seudónimo Yildari, fueron atrayendo e incorporando al proceso a varios
jóvenes del lugar. Pero…
(Siempre surgen los peros) “Cuando
empezaron los militares a matar gente, casi todos se desinflaron… De allá nos
mandan a decir que teníamos que ir, un
grupo de los de aquí, a San Felipe, y estos no quisieron ir, se ahuevaron.” Don
Chungo entonces tomó la decisión. Partió a San Felipe, en Jucuarán, junto a
René Saravia.
Al verlo en San Felipe, Heriberto Coreas llamado Beto el
recluta con expresión de asombro le dijo:
─¡Maistro! ¿Aquí anda usted?
Sí, ahí andaba don Jesús, o Felipe. Ni Isaac Lizama ni
Heriberto Coreas sabían de su militancia. Estos son solo trozos de su
emocionante historia: “En Jucuarán me daban un fusil G-3 para entrenarme… y esa
babosada pesa… nos ensayábamos con el fusil, para hallarle el modo.” Una vez
Beto el recluta lo llamó aparte:
─Lipe, vamos a visitar la hacienda
El Congo, antes de que la gente se vaya, para hablarles de esta guerra, y usted
va a ser el de la charla, siendo campesino podrán entenderle…
Lipe agarró su mochila, y salieron. Antes de llegar a
un puente que habían de cruzar vio que venían tres individuos: “Fulano, zutano
y mengano… Manuel y Luis eran dos de ellos… me reconocieron… Se nos han perdido unos animales y los
andamos buscando… Bueno, después tuve que hablar con aquellos amigos,
porque los otros compas querían advertirles, no, les dije, yo mismo hablaré con
ellos. Y así fue. Me prometieron que no dirían nada, que me fuera sin cuidado,
que ellos no habían visto a nadie…”
─Don Jesús, no camine más, no llegue a su casa, allá lo
están esperando los soldados.
Era Ángel, su yerno, el que lo prevenía cerca de La Charcona.
Polo había salido por otro rumbo en una motocicleta a llevarle la misma
noticia. Esa vez andaba trayendo un encargo del comandante Jeremías, alias de
Róger Blandino Nerio. “Compro las botas y las baterías en Usulután, compro todo
lo que me encargó Jeremías, y cuando me apeo de la camioneta en Santa Elena los
compas ya se habían ido, ¡y hervía de uniformados!... El primer retén en la
ANDA me dejó pasar, y yo con aquella cesta a la espalda…”
Don Jesús vio que cerca de la carretera había un
yucal, cortó matas de yuca y cubrió la cesta. Encargó a Ángel que avisara a los
compas dónde quedaba la cesta y huyó con Polo en la motocicleta. “Esa noche la
fui a pasar a un hospedaje.” Lipe ríe al recordar tales percances. “Pero nosotros seguíamos trabajando: las
tareas a veces eran difíciles y peligrosas, como esa vez había otras que me
mandaban a comprar materiales…”
En el año 1986, la seguridad de don Jesús corría
peligro inminente. Por las noches hormigueaba su patio y su casa de combatientes guerrilleros. En una de esas
noches, mientras el ejército rodeaba su vivienda, una columna guerrillera
rompió hacia adentro el cerco militar sin ser detectada, y pasó exactamente por su patio, hizo una
maniobra de envolvimiento y atacó al enemigo por la retaguardia. Quizás por
situaciones semejantes, en cierta ocasión, desde cerro El Tigre Jeremías le
envió un mensaje:
─Lipe, venite del todo con tu gente, porque ustedes ya
van a caer, ya los andan taloneados.
Ese año 86, precisamente, don Jesús Mondragón fue
capturado por el batallón Atonal. Al mismo tiempo capturaban a René Saravia o
Yildari cerca de la farmacia Santa Elena. Yildari había estado en el parque de la
ciudad avistando la presencia o movimiento de milicos. La comandancia del
ejército estaba en la esquina contigua al lado sur del parque, sobre la calle a
barrio El Calvario. Al replegarse y caminar varias cuadras buscando la salida,
dos soldados del batallón mencionado lo abordaron desde distintas direcciones.
No hubo escape. Martínez o Saravia, era el mismo de la lista.
Lipe y Yildari fueron conducidos a la comandancia
local. Ninguno sabía del secuestro del otro, pues las horas no coincidían.
Lleváronles vendados al cuartel del batallón Atonal. Luego les trasladaron a la
sexta brigada de infantería, siempre vendados. Don Jesús venía esa vez con los
bueyes, de arar. El soldado llegó con el mensaje de su oficial:
─Mi jefe quiere hablar con
usted, está allá por la carretera.
Y se lo llevó. “Esa vez que me llevaron no dejó de
llover en toda la noche, aquellas láminas tronaban por el huracán…” Ambos prisioneros
fueron torturados físicamente: “Me ponían boca abajo y se paraban en mí,
brincaban, me pateaban y después boca arriba y lo mismo.” Eso recuerda don
Jesús…También usaban con los secuestrados la tortura sicológica. Eran
especialistas en ello, para eso los enviaban a adiestrarse al país del norte…
─¡Ya va a venir el que mata!
“Tuvimos suerte, tuvimos mucha suerte pues no nos
mataron…” Eso lo dice don Jesús mirando a su camarada René Saravia. Y tras
asegurar que fueron capturas arbitrarias, es decir secuestros, lucha por
recordar más detalles: “¿Fueron cinco o cuántos días, René?”
─Yo no creo que este señor ande en esas babosadas…
Así comentaba un soldado en voz baja al ver a don
Jesús tan íngrimo y tan inerme como él se veía. Y otro militar se expresaba al
verle con caites y no con zapatos:
─Este viejo caitudo ha de tener pisto, hacendado ha de
ser…
Parte de la identidad de don Jesús eran sus caites que
usaba en los afanes agrícolas, y su matlatl
o matata que nunca le faltaba. Una herencia de antepasados originarios de
estas tierras. Tal vez por eso trabó amistad con Adrián Esquino Lisco,
dirigente de la Asociación Nacional de Indígenas Salvadoreños ─ANIS─, siendo don Jesús afiliado
al tal gremio. Esquino Lisco estuvo en más de una ocasión en casa de Lipe, en
dos de esas ocasiones Jeremías pudo bajar a conversar con el líder aborigen.
Continuará...
ANDA: Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados.
En la fotografía de portada: don Natividad
de Jesús Mondragón, Lipe.
En la otra fotografía: don Jesús
Mondragón y René Saravia, Yildari.
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