sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Está Jesús Mondragón?


(Historia)
René Ovidio González

Continuación…

En aquellos terribles días ser miembro de la Unidad Nacional de Trabajadores Salvadoreños  UNTS, era igual que suscribir su propia sentencia de muerte. Don Natividad de Jesús Mondragón era militante de esa organización. Representaba a la ANIS de Esquino Lisco. Conoció ahí a Humberto Centeno, a Julio César Portillo, a Febe Elizabeth Velásquez y a otros sindicalistas. Se reunían de manera clandestina: esperaban un taxi que los llegaba a traer a unas cuadras distantes del local de reuniones. “Se observaban muchos grupos y cooperativas”, dice don Jesús retrocediendo por el túnel del tiempo. Un día, se cansó de esperar: el taxi no apareció. Al intentar acercarse a pie por una calle aledaña supo la verdadera verdad: un verdor verdeaba de verde olivo el paisaje citadino. El ejército sitiaba las instalaciones de la UNTS…

Entonces decidieron trasladar sus reuniones a la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños FENASTRAS. Y fue ahí en FENASTRAS donde una bomba mató a Febe Elizabeth y a no menos de otros 8 sindicalistas. Lipe no estaba en el lugar. Terminaba octubre de 1989 y la tragedia continuaba.

En noviembre de aquel año 89 don Jesús viajó a Panamá. Iba en representación de los indígenas salvadoreños. Así lo animaba su amigo Esquino Lisco:

Mirá Lipe, en esa reunión de Panamá se va a hablar de la guerra, eso es inevitable, y vos sos el que mejor puede hacerlo, así que te me vas…

Preparó su maleta y se fue. “A los pocos días empiezo a ver por la televisión el cachimbaceo aquí, puta hombre, y yo allá solo viendo aquel pijaceo… Llegó la hora de volver. Tienen tomado el aeropuerto de Comalapa. Destino: Guatemala. ¿Por qué no nos vamos para Honduras? O regresemos y nos quedamos en Nicaragua. Mejor arriesguémonos: volemos a El Salvador. De Guatemala salimos para acá…”

Si tienen valor bajen del avión, porque ahí afuera hay guerra…

“En Panamá antes de salir  dimos una conferencia de prensa, yo tuve que hablar de lo que ocurría aquí, la ofensiva guerrillera… Querían señas de lo que estaba pasando… No jodan, el pijaceo, los compas peleando contra los opresores… Nos bajamos del avión. La guerrilla controlaba el aeropuerto. Salimos a buscar transporte. Nada. O casi nada. Solo un pickup…”

Yo los llevo hasta donde pueda o me dejen llegar. Si les parece el trato…

“Tuve que andar a pie desde San Marcos Lempa hasta Jiquilisco. A Usulután llegué en un carrito que se aventuró a venir desde Jiquilisco. Al fin llegué a Santa Elena. Ese día encontré a Jeremías en mi casa, me mandó a comprar las botas y las baterías que ya se sabe, fue cuando cubrí la cesta de lo comprado con matas de yuca que corté de aquel yucal, porque Ángel me avisó a tiempo que no caminara más y que no llegara a la casa porque aquí me esperaban los soldados.”

Doña Marina Romero, esposa de don Jesús, refiere que en cierta ocasión, inesperadamente observó que un soldado se dirigía a su vivienda. El soldado se sentó muy cerca, y así sentado preguntó si había más gente en la casa, si estaba su esposo…

¿Y cómo van las cosas por aquí?

Don Jesús no estaba y ella tuvo que ingeniárselas para salir del paso, explicó al militar lo difícil del vivir en medio de la guerra y justificó la ausencia de su marido. El soldado pidió comida para él y su tropa. Un tanto incrédulo escuchó decir a doña Marina que les daría con gusto, “pues en esta casa la comida no se le niega a nadie… ¿Ni a los guerrilleros?... Ni a ellos, porque también tienen derecho a comer.”

Este viejo caitudo ha de tener pisto, hacendado ha de ser…

Mientras Lipe escuchaba con ojos vendados esta frase despectiva,  afuera se gestionaba para liberarlo, a él, a Yildari y a otros de los secuestrados por el batallón Atonal. Blanca Lidia Mondragón, hija de don Jesús, coordinaba esfuerzos con Adrián Esquino Lisco y con entidades defensoras de derechos humanos, ofrecía en San Salvador una conferencia de prensa en la que daba detalles de los atropellos. La lucha fructificó: los prisioneros fueron liberados. 



 ¿Y Jesús Mondragón, quién es?

Llegaron cuatro hombres armados vestidos de civil a casa de don Jesús. El mozo que  trabajaba con él lo señaló y les dijo quién era Jesús Mondragón. Para ese tiempo se ocupaban en destusar maíz. Se aproximaron apuntándole con las armas de grueso calibre que traían:

Somos de la guerrilla, va a entregar las armas que guarda aquí…

“No sé de qué me están hablando…” Así fue su respuesta.  Aunque la verdad era que Lipe tenía un arma. Pero el arma en mención estaba enterrada. Era una pistola calibre 38 ya matriculada. Los impostores llevaron a don Jesús a que desenterrara la susodicha pistola, cuando Lipe comenzó a escarbar, oyó que uno de los intrusos se dirigía a otro del grupo: “Ponete vos a escarbar, y cabal me apartó y escarbó, ahí encontró la pistola, pero sin tiros… ¿Y los tiros?... Ahí los tengo. Se los entregué. Que se los pone, y que la animala no dispara. Y la avienta por allá…”

Esta mierda no sirve…

“Qué lamentable que no sirviera la 38, pero las otras armas, los fusiles M-16 que estaban metidos en el volcán de tusas bien cerquita, sí que servían…” Lipe ríe a carcajadas. Los fusiles se los habían traído los verdaderos guerrilleros un día antes. Uno de los individuos no dejó de apuntarle en ningún momento y, según cuenta don Jesús,  todos se veían así, medio nerviosos…

“Por allá había un palo de quina, teníamos un lote de carabinas y escopetas cuando se da un combate por todo esto, y nosotros muy pendientes. Después de ese chipustiado, escarbamos en medio de las matas de chácara, ahí hicimos varios entierros. En cajas de madera, así las enterrábamos, si parecía que enterrábamos a un muerto, y después, aquel sandial bien hermoso, arrastrábamos las matas de sandías, todas las guías y se las tirábamos encima, ni señas se veían.”

Es que con esas carabinas empezamos, ¿te acordás Lipe?, después de gustosos pedimos que nos mandaran los M-16, y rápido vinieron.

Quien hace tal aseveración es René Saravia, de seudónimo Yildari. “Sí hombre, René, en esos días, fueron los comienzos de este bolado, me acuerdo que le preguntaban a una viejita si había ido a ver a los guerrilleros y la viejita contestaba que sí, conque hasta toqué a uno…” Carcajadas de don Jesús. Risas de los demás. Lipe asegura que uno de los primeros en visitar y explorar el  cerro El Tigre y alrededores fue Roberto patojo, pero también afirma que ya antes se conocía de un asiento guerrillero en la zona, al parecer de una organización distinta a la que lo había ingresado a sus filas…

Recuerda que entre los mandos rebeldes que él conoció están Isaac Lizama o Froilán,  Heriberto Coreas o Beto el recluta, mencionado a veces con el seudónimo Jorge; recuerda a Róger Blandino Nerio, alias Jeremías. También cita a Elmer, de quien no conoció el nombre legal. “Hasta después supe que me habían tomado en cuenta como parte del ERP.”

Un día de tantos, Froilán apareció con una preocupación pintada en su rostro. Conversó con don Jesús:

Lipe, a vos te cae el pencazo. A vos te toca. Ahí ve cómo te las arreglás…

“Cabal, hombre, por la noche me traían a una mujer panzona ya para tener el cipote. Unos diítas después el ejército que llega. Le explico  a Marina: que la muchacha se vaya al pozo y dale esto y lo otro. Marina le dio un rollo de trapos y la mandó a lavar… Y que llegan los soldados, y que van al pozo, y que se ponen a platicar con ella…” Pero la joven no daba la cara, decía que don Jesús y doña Marina eran sus padrinos, y que venía de Santa María.

Continuará…

ERP: Ejército Revolucionario del Pueblo.

En la fotografía de portada: don Jesús y su esposa Marina Romero.
En la otra fotografía: don Jesús y su hija Blanca Lidia Mondragón.




No hay comentarios:

Publicar un comentario