(Historia)
René Ovidio González
Continuación…
Don Jesús cuenta que una noche, mientras el ejército se mantenía en los alrededores de su vivienda, una columna guerrillera rompió hacia adentro el cerco militar sin ser detectada, y pasó exactamente por su patio, hizo una maniobra de envolvimiento y atacó al enemigo por la retaguardia. “Balearon a un compa. Lo jodieron bien. Resulta que el compa dejó el fusil y la mochila. En la desesperación de la retirada la mochila se le trabó en los alambres del cerco, y dejó el rastro de sangre por donde pasó. Aquellos se lo echaron al lomo.”
Lipe mañaneó y fue a explorar el lugar de la batalla,
ahí encontró la mochila y el fusil, tapó el rastro de sangre, recuperó mochila
y fusil y los escondió entre la chácara. A eso de las 9 de la mañana hicieron
acto de presencia los militares: “Ojalá no se vayan a la chácara…”
─¿Usted sabe algo de una baja que les hicimos anoche a
los guerrilleros? ¿No vio rastros de sangre?
¿Esta propiedad es suya y no sabe nada de lo que pasó anoche?
Lipe sabía, pero los milicos no sabían que él sabía.
De haber sabido los milicos que Lipe sabía, quién sabe lo que se hubiera sabido
después. “Yo oí el cachimbaceo nomás,
pero yo estaba encerrado, qué puercas iba a salir.” Don Jesús refiere que
cuando los rebeldes llegaban lo despertaban, le daban un fusil y le soltaban
una especie de orden disfrazada de petición, que se quedara vigilando. “Te toca
la posta, Lipe. Así que yo agarraba aquel fusil y me paseaba de noche por aquí
y por allá, entretanto ellos dormían.” La clave era una ventanita del lado
posterior de su casa. Los muchachos tocaban con toques acordados por las
partes, inmediatamente la gente de la casa se incorporaba y los atendía en las
necesidades de alimentación. A veces venían a designarles tareas. A unos
cuantos metros de la casa, contiguo al pozo había una arboleda muy tupida. Ese bosquecito
era lugar de descanso para las columnas guerrilleras.
Por el otro lado, cerca del camino vecinal, un
naranjal abundante. Don Jesús explica: “Yo presentía el riesgo que corría al
dormir adentro de la casa, así que ponía una hamaca entre dos palos de naranja,
amarraba una capa negra sobre la hamaca, para la lluvia y ahí dormía, ¡arriba
de los palos!, bueno, casi no dormía, pero descansaba.” En esos tiempos, los
oídos de don Jesús se aguzaban de tal manera que, según asegura, podía
diferenciar en la oquedad de la noche pasos militares de pasos guerrilleros que
con frecuencia horadaban el silencio.
A veces, narra don Jesús, encontraban las chiricas de balas ─las cananas─. Y refiriéndose a los miembros del ejército: “Es que
esos babosos eran groseros, sin lástima, dejaban botadas esas chiricas.” Doña Marina, atenta a los
detalles que ofrece don Jesús, señalando en dirección a la salida, rumbo al
camino vecinal, refuerza lo dicho por Lipe: “Ahí hay varias de esas chiricas enterradas.”
─Mire don Chungo, usted sabe donde quedó enterrado
Beto, ¿verdad?
“Sí, yo sé. Conozco el lugar. Había pasado casi un año
desde la caída del compa. El papá y la mamá de Beto me pidieron acompañarles a
buscar sus restos.” Beto el recluta, de los combatientes más perseguidos por el
ejército se suicidó, según afirma don Jesús, en un lugar de la hacienda de don
Simeón Quintanilla, en el cantón Las Cruces. Tomó la decisión en vista de la
inmovilidad inevitable al ser tiroteado en una de sus piernas, tras cubrir
heroicamente la retirada de su gente que se vio asediada por fuego enemigo. El
calendario marcaba el 20 de agosto de 1985.
Beto y su columna bajaron cumpliendo una misión de
seguridad hasta Piedra Ancha, exactamente el día 19 por la tarde, ya
oscureciendo. Volvieron por el cantón El
Amate, llegaba la mañana del 20. Pasaron por donde un pequeño hacendado, a
quien don Jesús designa con un diminutivo: Alfredito. Uno de los trabajadores
de Alfredo, al ver llegar a la gente de Beto y pedir desayuno, fue quien avisó al batallón Atonal. Alfredo
pidió las señas a Beto de dónde descansarían para enviarles el desayuno. El
desayuno llegó a tiempo. El soplón se prestó a llevarlo. Sin saber, Alfredito
le estaba sirviendo en bandeja la chance de ubicar con exactitud a la columna
de Beto, y reportar la ubicación…
“Entre las 7 y las 8 de esa mañana, el gran pijaceo, concentraron el fuego en
dirección al grupo que desayunaba. Toda la fusilería. Lo que salvó un poco la
situación fue un enorme palo caído, cruzado así y enraizado, que sirvió de parapeto
mientras se deslizaban a un pequeño barranco. Ahí quedó el rastro por donde se
tiraron. Beto les ordenó que se replegaran, que él cubriría…”
Refiere don Jesús que al darse cuenta, horas después,
que se trataba de Beto el recluta, el alto mando militar envió dos helicópteros
a la zona. Más de alguno sugiere que ambos aparatos descendieron en las
cercanías. Don Jesús fue a inspeccionar, al reconocer que sí era Beto y sentir
el zumbido de los helicópteros, se retiró de inmediato. Beto tenía un tiro en
la cabeza. Por la tarde volvió al sitio con varios trabajadores suyos y dieron
sepultura al guerrero caído. Midió en pasos la distancia de la tumba a un cerco
de alambre, para lograr localizarlo posteriormente. Se corrió la noticia que
después llegaron los esbirros a sacarlo y que separando la cabeza del cuerpo la
llevaron como trofeo. Se piensa que esto roza los linderos de lo mítico. Una
singular especie de leyenda surgida de la vox pópulli.
“Entonces yo me fui a tratar de localizar el sitio de
la tumba. Con el papá y la mamá de Beto. Conté los pasos al mismo cerco.
Escarbamos y fue demás: no lo hallamos, ni las botas ni nada.” Don Jesús
recuerda con buen afecto a Isaac Lizama: “De Isaac no tengo detalles de cómo
murió. Solo se dijo que entre los mismos, por error. Pero eso fue en el 86,
varios meses después de que cayó Beto.” Tampoco sabe de sus restos. “No sé
nada, es una deuda que se tiene con sus familiares.”
─¿Te acordás, Lipe, que aquí por este puente, arriba de
la cancha, en aquella lomita murió un compa? Osorto se llamaba, y según sé era
de Morazán. Acababa de venir de un curso de fuera del país…
Quien pregunta y afirma a la vez es de nuevo René
Saravia. Lipe asiente y trata de recordar a los compañeros de aquella
estructura de milicias que resistieron, aunque algunos no lograron sobrevivir:
“A Guillermo lo bajaron de una camioneta. Guillermo, sí. Era parte de este
grupo… Recuerdo a otros, y no sé si todos viven aun, que aportaron al proceso,
el profesor Willians Córdova, que en ocasiones subió hasta allá arriba; Evelio
y varios más.” Se sabe, aunque don Jesús lo reserva, que también su hija
Rubidia Mondragón realizaba tareas específicas: ir a cambiar los dólares que
aportaba la solidaridad internacional, o visitar la zona de Tres Calles, en San
Agustín, en misiones altamente peligrosas…
Mario Flores, conocido por el seudónimo Luna, también
participó dentro de la estructura que giraba alrededor de Lipe. “El caso de
Marito, bueno, un valioso elemento, él estuvo poco tiempo con nosotros. En el
año 1983, se integró del todo a la guerrilla, anduvo aquí en la zona unos 6
meses. Luego emigró para Morazán. Entró a San Miguel durante la ofensiva del 89. Ahí fue herido en combate. Una
lesión en la cabeza. Regresa a Morazán, y al recuperarse le asignan una misión
civil… Marito volvió acá ya terminada la guerra.”
Al preguntar a Lipe ─de regresarse 30 años en el tiempo sabedor de las situaciones que azotan hoy a los salvadoreños─ si volvería a incorporarse a una lucha similar, él
expresa su sentir recurriendo a su libre determinación:
“A última hora los pasos que se han venido dando
desviaron el proceso. No fue para nada lo que esperábamos, no fue lo que estaba
pintado. Al partido entró mucha gente con intereses particulares… Yo estaba
consciente, el partido fmln tenía que abrirse, pero de eso a querer ocultar que
aquí hubo guerra… ¡ya ni cantan las canciones revolucionarias! Hay cosas que no
funcionan correctamente. Esas actitudes no traen ningún beneficio al pueblo. De
mí, los dirigentes se han olvidado. Yo me salí del partido por dos razones: soy
demasiado viejo y ya las cosas no son las mismas. A veces me preguntaba: ¿Qué
estoy haciendo aquí? Uno fue perdiendo la credibilidad en los que dirigen, y
entonces ellos dijeron con burla: Se nos echó el buey más grande, la mula más
grande se nos echó. Yo tenía esperanzas durante la guerra, en el FMLN
histórico, pues…”
Así era: los ciudadanos honrados tenían esperanzas.
Los politiqueros se encargaron de que esas esperanzas no sobrevivieran.
Noviembre 4 de 2016.
FMLN: Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional, guerrilla histórica salvadoreña.
En la fotografía de portada: don Jesús Mondragón y René Saravia con el escritor de esta historia.
En la otra fotografía: el pozo donde la guerrillera embarazada conversó con los soldados.
Gracias por estas historias inéditas, justo mi mente se cruzó con la historia, vengo del parque cuscatlan donde están los nombres de parte de fallecidos y muertos en el conflicto, todavía hay historias que nadie sabe y que hay que contarlas
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