(Opinión)
José Víctor González
Inmortalizarse en algún aspecto de
la vida, ha sido en el devenir de los tiempos una constante inherente de todo
Ser Humano. Desde la cuna ancestral de la humanidad, de aquellos que
descubrieron la existencia del fuego, continuando con la magistral invención de
la rueda o más recientemente con el fraccionamiento del átomo, cada quien en su
época ha sido testigo de este hecho que yace en lo más recóndito del alma
esperando el momento de ser realizado.
Pero que además de eso el destino te
premie agregando dentro de ti una mezcla de cualidades extraordinarias para la
consecución de ese objetivo, es un lujo que muy pocas personas se pueden dar.
No todos tenemos la dicha de nacer un 14 de febrero y sentir verdadero amor por
nuestra vocación; menos que los números del año en que nacimos sumados entre sí
den 17 que de acuerdo a la Cábala simboliza “La Esperanza”… Pero, para nuestra
querida ciudad de Santa Elena, aquel 14 de febrero de 1943 conjugó en ambas
cosas el más glorioso de los significados.
Del amor entre don Esteban Méndez y
doña Esther María Bolaños, nació un hijo destinado a brillar. Y es que en la
persona de Sergio de Jesús Méndez Bolaños encontramos la síntesis de los
anhelos de todos los tabudos: un dedicado adolescente, estudiante de la Canessa
y del INSE; joven normalista con aspiraciones superlativas, un magnífico
universitario en la UCA…
Cual Demóstenes de una época moderna
desarrolló el arte de hablar en público, derivando en una habilidad natural
pedagógica que lo llevó a trabajar como maestro de Escuela Primaria de Acción
Cívica Militar; sin embargo, tras el primer paso, el segundo: escaló a jefe de
Relaciones Públicas de la misma. Con mirada de águila rebelde percibió en su
horizonte ilimitado el brillante porvenir… Iniciando la década del 60 había
formado parte de nuestro patrimonio deportivo: C.D. EL VENCEDOR.
De ahí pasó a la liga mayor como
parte de uno de los equipos de mejor abolengo en El Salvador, me refiero al C.D.
Águila de San Miguel… ¡y entonces Santa Elena suena en todo el territorio
nacional…!
Luego vino la aventura olímpica de
México 68… El “Gigante” Mariona, “Pipo” Rodríguez, “El Ruso” Quintanilla, “El
Pulpo” Fernández, “El Lorito” Castro, “El Búho” Ruano, Mauricio “Pachín”
González (hermano del “Mágico”), Salvador Flamenco Cabezas entre otros, vieron
muy de cerca a un verdadero “guerrero espartano” que dejaba el alma en la
cancha defendiendo los colores de la azul y blanco. Con un regreso sensacional
y la experiencia recogida allende nuestras tierras, sus acciones subieron; dos
años después se viene encima ya el Mundial de México 70 donde tuvimos una
modesta actuación como país… ¡pero ahí también estuvo Sergio…! Nuestro digno
representante…
DE SANTA ELENA AL MUNDIAL… ¡EL ÚNICO
MUNDIALISTA DE NUESTRA CIUDAD…! Atlético Marte (el Bombardero Marciano), con el
que logró ser campeón goleador nacional; Firpo, al que ayudó a subir a la Liga
Mayor a finales del 73, Comunicaciones de Guatemala, y Águila nuevamente quieren
al goleador en sus filas y el goleador les da gusto militando en estos equipos
en un tiempo determinado para cada uno. Ni el famoso “tiro imposible” de su
amigo y maestro don Paulino Bonilla o la dureza en la cancha del otro baluarte
del deporte tabudo, don Juan José Polío, llegaron tan lejos como la visión y la
templanza de Sergio Méndez.
De ahí que una revista especializada
en el deporte nacional, editada por aquellos días conocida con el nombre de
“EVENTOS” dedicara prácticamente un número de su edición al ariete, con fotos
acompañadas de sus palabras. Dicha revista, desaparecida hace ya muchísimos
años, retrató al goleador con el balón a ras del césped en posición de avanzada
y encabezando un pequeño texto en la parte inferior lo siguiente: “SERGIO MÉNDEZ: HOMBRE GOL. Por sobre todo
reproche que pudiese recaer en la personalidad futbolística de Sergio Méndez,
prevalecerá siempre su carácter ofensivo, su vocación de gol. Y por sobre toda
la alcahuetería de los árbitros en la sanción del penal, el ariete del Atlético
Marte cobra su verdadera dimensión en el área. Para unos, Sergio Méndez tiene
mucho de teatral, para otros la calidad y la medida exacta del prototipo de
hombre gol.”
Así era Sergio, “el tabudo” Méndez,
como lo llamaba Carlos (Escopeta) Osorio o Raúl (Pato) Alfaro y otros tantos
locutores de los tiempos idos…
Todavía yo no abandonaba plenamente
mi niñez, cuando alcancé a ver a Sergio echarse uno que otro “masconcito” en la
entonces cancha del Remolino ―atrás del INSE― junto a combinados que se formaban
con jugadores de El Vencedor, Racing y Remolino, y cómo nos divertíamos por
aquellos días, luego, nos íbamos a las calles empolvadas de la ciudad a jugar
entre amiguitos… y todos queríamos adelantarnos a los demás diciendo: “¡Yo soy
Sergio Méndez…!” Mientras los demás (ni modo) tenían que optar por otro nombre:
“¡Bueeeno, yo soy Mon Martínez, pues…!”
Han pasado ya más de treinta años,
de aquel momento en que recibimos la noticia del trágico fallecimiento del
tabudo más famoso, el amigo, el maestro, el futbolista, el mundialista… Sergio
Méndez murió en un accidente de tránsito, cuando viajando en su auto circulaba
por esas difíciles curvas conocidas como El Delirio, camino a San Miguel, el
día 18 de diciembre de 1976.
Sergio Méndez nos dejó su ejemplo,
nació brillando y su brillo aún después de su muerte no se ha podido apagar,
porque fue una estrella cuando estuvo en este mundo y ahora más que nunca es
una estrella tabuda en el firmamento.
Atlanta,
GA., mayo de 2007.
José
Víctor González
es colaborador de La piedra encadenada.
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